Con la Agenda 2030 de las Naciones Unidas a la vuelta de la esquina, se vislumbra un nuevo marco para el desarrollo sostenible. El mundo debe cambiar, proponiendo dimensiones económicas, sociales y medioambientales sostenibles y ya están brotando proyectos en todos los ámbitos para conseguirlo. Una de las iniciativas nacidas en España ofrece al sector náutico un papel protagonista en la llamada economía circular, es decir, en la alternativa al modelo clásico de producir, consumir y tirar.

Se trata del desarrollo de nuevos procesos tecnológicos para el tratamiento de residuos de materiales compuestos, facilitando su reciclado e integración en el tejido industrial. Fibras y resinas como carbono, vidrio o grafito han servido para sustituir muchos componentes mecánicos de nuestros automóviles, barcos y aviones por sus altas prestaciones (menos peso, optimización de diseño o eficiencia en el rendimiento). Sin embargo, estos composites utilizan resinas termoestables, como el epoxi o el poliéster, que son derivados del petróleo, es decir, que para su degradación son necesarias varias décadas.

Las opciones que se han desarrollado hasta el momento en el reciclaje de estos materiales se basan en la descomposición química, la trituración y el reciclaje de energía, esto es, incinerar el producto y aprovechar la energía obtenida para otra aplicación. La realidad es que la mayor parte de los productos fabricados con estos materiales acaban abandonados en cuanto cumplen su ciclo de vida útil. “Las palas de los aerogeneradores, por ejemplo, son enterradas, mientras que los barcos directamente acaban tirados en un vertedero o en un solar”. Quien habla es Manuel Sanz, ingeniero industrial y cofundador, junto a Carlos Martínez, de un proyecto llamado a cambiar el guion establecido a través del composite termoplástico.

“Cada vez que veía una embarcación abandonada en tierra, me preguntaba qué se podía hacer, siempre pensé en cómo conseguir un barco reciclado”, asegura Sanz sobre el génesis de la iniciativa. Desde el año pasado, la repuesta la tiene más cerca. Y la buena noticia es que el impacto del tratamiento de estos residuos no está limitado al sector náutico, sino que toda la industria del país podrá fabricar productos sostenibles (muebles, utensilios, gafas de sol, mobiliario urbano, carriles bici o incluso barcos de recreo) sin necesidad de volver a emitir gases de efecto invernadero.

¿Por qué las empresas deben interesarse por el composite reciclable? Si la concienciación medioambiental no es suficiente argumento, Manuel Sanz apunta otra razón de peso a medio plazo: “la Unión Europea y los gobiernos van a gravar impuestos a las empresas que no tengan una economía circular y algunas de éstas se verán obligadas a cerrar al dejar de ser rentables. Por contra, las empresas que hagan economía circular pagarán menos impuestos, así que nuestro objetivo es sacar un material reciclado con el menor coste posible“.

La idea comenzó a encajar cuando el ingeniero decidió presentar el proyecto a compañías que ayudaran a tornar en realidad su sueño. CMplastik, empresa valenciana especializada en el sector del reciclaje y pionera en la implementación de sistemas de producción bajo filosofías de economía circular, y Extrufib, con 40 años de experiencia en la fabricación de perfiles extrusionados utilizando residuos urbanos, se convirtieron así en parte del equipo técnico. También ha conseguido seducir a varios colaboradores como el Instituto Tecnológico del Plástico Aimplas, la Universidad Politécnica de Valencia o la Real Federación Española de Vela. Mientras, empresas y entidades como el astillero Longitud 0, Future Fibres o clubes náuticos como el de Denia o Valencia proporcionan residuos con los que desarrollar el proyecto.

A grandes rasgos, el proceso consta de la separación, trituración y micronización de los residuos para obtener partículas finas. Posteriormente se puede emplear plásticos reciclados al 100%, plásticos vírgenes o termoplásticos (polietilenos, polipropilenos…) para obtener una nueva materia prima con la fabricar los productos.

Una vez obtenida la formulación química definitiva del composite reciclable y el estudio de las propiedades mecánicas, el proyecto iniciará la fase de diseño y construcción de una embarcación de recreo con este material. En concreto, Sanz pretende crear un barco tipo Optimist con foils, capaz de levantar el casco por encima de la superficie del agua, para que los niños tengan una plataforma de aprendizaje en esta nueva forma de navegación. Si se cumplen los plazos, el prototipo será botado a principios de 2021. Será un prototipo que demuestre la viabilidad de la empresa.

Hasta la fecha, el proyecto está autofinanciado, si bien el equipo técnico confía en que los resultados de estos meses de investigación permitan acceder a ayudas de fondos europeos con los que en invertir en maquinaria de desguace. También espera que las administraciones acaben cediendo espacios en zonas portuarias para levantar plantas de reciclaje. Los impulsores de la iniciativa calculan que 500.000 euros serían suficientes para arrancar.

Un último dato que ilustra la trascendencia del proyecto: con la cantidad de residuos que la industria náutica ha generado en los últimos 50 años se puede proporcionar la materia prima suficiente para fabricar componentes náuticos en los próximos 100 años. La economía circular ya puede empezar a girar en el sector náutico.

Nauta 360

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